Bueno, después de tantas cosas negativas que vienen pasando, siento que se hace presente una positiva. No es realmente que tenga muchas esperanzas (creo que no tengo ninguna), pero al menos, se sintió bien saber que a pesar de todo, sí era importante para vos.

No quita que te quiera acogotar, de cualquier forma, porque... porque simplemente siento que no voy a ser yo hasta que no lo haga... pero bueno, sabes que te quiero -por desgracia-, y ahora entiendo que en alguna parte, en algún rincón, vos me queres también.

Es lindo, de algún modo, que me hagas sonreír. Se siente bien después de tantas cosas malas, por eso es que te lo estoy agradeciendo, incluso si el día de mañana estas sonrisas desaparecen... al menos voy a tener bien presente que cuando más me estaba desmoronando, cuando más las necesité, estuvieron.

Por otro lado, ya no puedo cargar conmigo misma, no doy más, estoy cansada... me quiero dormir (no en sentido literal, bueno, también en sentido literal)... estoy un poco cansada de dar y dar, y recibir golpes y patadas a cambio. Muchas veces, cuando más bajo caigo, me pregunto si realmente son necesarias tantas pruebas, ¿cuánto más necesito para demostrar lo que valgo? ¿Hasta qué límite me van a forzar a ir?

Es pesado, es tedioso, es extremadamente doloroso... hay cosas buenas, cosas muy buenas, pero el dolor de perder a alguien no me lo puedo sacar de encima, es algo que me atormenta, un pensamiento de "me pregunto cómo estará... ah, no... cierto que falleció" que me acosa desde los rincones más oscuros de mi mente, y ni hablar de esos pensamientos de índole "¿merecía que...?" "¿hice algo para...?", son enfermizos, mezquinos, como si un arma apuntara a distintas partes de tu cuerpo, y te golpeara con balas de goma, disparando desde centímetros de la piel, en el estómago, en la cabeza, en la espalda, en el alma.

Y cuando esas cosas pasan, no puedo hacer más que quedarme en mi cama, llorando como si de vuelta tuviera 15 años, pensando en las promesas rotas, en los "prometo cuidarte" que nunca fueron, en los "siempre voy a estar para vos" que se esfumaron... en las palabras que creí, tan ingenua e insulsa, tan... yo.

Es que no puedo, por más que quiera, por más miedo que tenga, yo no puedo dejar de querer creer, de querer confiar en que las personas pueden cambiar, pueden mejorar... porque yo cambié, y pocas personas tuvieron fe en mi, y sé el dolor que se siente el escuchar "no te preocupes, ya sabía que no ibas a poder, no me decepciona"... ¡no! ¡Decepcionate! ¿No conocen del vacío que provocan esas palabras? No, seguramente.

No puedo, sencillamente no puedo dejar de ser yo, de ser esa persona tan llena de amor, que es incapaz de desconfiar a primera vista... ojo, que si la primera vista es muy obvia... pero no puedo NO creer en un pedido, en un "por favor creeme"... no puedo, no quiero, no quiero ser la que diga "no, no te voy a creer". Ni aunque me destrocen, no quisiera ser así. Y en cierta forma sé que nunca lo voy a dejar de ser.

Nunca voy a poder dejar de ser esa chica ruda, pero tan cariñosa, que puede llevarse el mundo por delante y llorar como un bebé, que es tan transparente y sincera, que es orgullosa pero muy capaz de aceptar sus errores. No puedo dejar de ser lo que tanto me enorgullece, no quiero, no quiero, no quiero. Quiero ser por siempre María Silvina González, y no el reflejo de una relación pasada, de una herida latente, de un malestar eterno.

Juro y perjuro, que nunca van a poder hacerme cambiar de opinión.

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